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jueves, 2 de septiembre de 2010

Fin de una Etapa...



Hoy finaliza una etapa de mi vida. Para ella me formé, estudié con ahínco y me esforcé por alcanzar la excelencia. Quería brindarles a mis alumnos lo mejor de mí. Sé que muchas veces lo logré, si bien no tantas como hubiera querido. Deseaba impartirles conocimientos, lograr que alcanzaran destrezas y habilidades, mas fundamentalmente quería que fueran buenas personas, con valores que los ennoblecieran, que aprendieran la importancia de privilegiar y cuidar a su familia, que supieran cultivar la amistad, que fueran seres que comprendieran que los sentimientos son mucho más importantes en la vida que el éxito, el poder o la riqueza.

No es fácil dejar la docencia cuando uno la ha ejercido durante más de cuarenta años. Es cierto que las despedidas son siempre penosas, sobretodo cuando uno le dice adiós a una pasión, porque enseñar es mi pasión, empero lo importante es mirar para atrás y ver que la misión se ha cumplido, que cuando uno se encuentra con quienes fueron sus alumnos siente que los lazos aún permanecen y que no han sido en vano los conceptos vertidos.

A pesar de haber enseñado siempre en colegios privados, fue el Liceo N°7 el que me abrió sus brazos para permitirme retirarme como docente. Por la ley actual no iba a poder hacerlo, ya que el colegio en el que había trabajado durante treinta y dos años, por cambio de planes me había dejado fuera del sistema. Rescato de este colegio el cariño de mis alumnos, que me conmovieron hasta las lágrimas con sus palabras de despedida y el afecto de los profesores y preceptores que siempre estuvo y sé que estará presente a pesar de mi partida, pero mi mayor agradecimiento es para el Liceo N°7.

Quiero destacar la actitud de su Vicerrectora, María Victoria, su apoyo incondicional, el que me facilitó la ardua tarea de ser la profesora de francés en algunos cursos difíciles, dado el comportamiento de los alumnos. Sin embargo fue maravilloso trabajar con tercer año, los cuartos y los quintos. Ver el esfuerzo de muchos de ellos por aprender, a pesar del cansancio y de sus problemas personales. Siempre estará grabado en mí la demostración de afecto en mi partida de Andrea Aranda y de Leticia López Cañete. Debo resaltar que si bien trabajé en este establecimiento educativo solamente un año y tres meses, la amabilidad de los preceptores, el aprecio y la generosidad que me demostraron los profesores, que tuve el gusto y la suerte de conocer, lo tendré atesorado por siempre dentro mío.

Hoy debo decir adiós, pero si bien me visita por momentos la melancolía también lo hace la alegría, porque sé que he sido siempre fiel a lo que me prometí cuando tan sólo contaba con veintidós años y me iniciaba como docente.

Gracias a los profesores que a lo largo de mi vida me ofrecieron el más valioso obsequio: su estima. Gracias a mis alumnos que me enriquecieron con sus propuestas, sus dudas y su cariño. Gracias a Dios por permitirme sentir hoy, que me despido de las aulas, esta profunda emoción.

Prof. Beatriz García Tuñón

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